Amigos y lectores todos.
El día de hoy ha sido un día maravilloso. El sol brillaba e invitaba a disfrutar de él.
Parece un día idílico, ¿verdad? Hablemos de la parte más desagradable...
Viernes Santo. Madrugada. Como bebo mucha agua, la imperiosa necesidad de ir al baño, hizo aparición. Me levanté y me quedé "dormido" enseguida. Bueno, más que dormido, inconsciente. No sé qué me pasó, tan sólo que recuperé la consciencia algo aturdido, sin saber dónde estaba (deseando fervientemente estar con Davinia) y con todo dándome vueltas. No tardé mucho en recuperarme y notar dos cosas:
1.- Que había roto la cisterna del golpe.
2.- Que estaba sangrando.
Sigo sin saber qué pasó. Sólo sé que la nariz me dolía mucho, muchísimo (después sabría que no estaba partida, menos mal, mi símbolo de identidad permanece intacto). Mi pijama que me había puesto limpito y planchado esa noche estaba terriblemente manchado. Eran las seis de la mañana -de día ya- y no volví a pegar ojo.
A las siete sonó el despertador. Había decidido acompañar a mi compañero de habitación hasta el Swan, porque como yo fui en su día, no sabía mucho de la ciudad, y quise repetir con él lo que Luca había hecho conmigo. Mi host-padre me preguntó si realmente quería ir solo a la ciudad. Siendo sinceros, me encontraba bien, algo dolorido y al parecer, un poco pálido. Nada más.
Cogimos el bus, lo acompañé al Swan (al final tenía que volver... parece el síndrome de Estocolmo) y luego hice unas compras en el centro. Entre ellas, champú cuyo olor me recordaba a casa de mi abuela Pastora. He de decir que no me importó el precio. El recuerdo de una tarde de domingo en casa de mi abuela con este perfume fue más que suficiente para decidirme a comprarlo.
Como suele ser habitual en mí, me torturo con canciones de amor ("El mundo se equivoca", por ejemplo) y con un día en el que estaba especialmente sensible, no pude contener un par de lágrimas en la parada del autobús. Lágrimas traicioneras que se escaparon justo cuando unos turistas me preguntaban por una dirección.
En fin, de regreso a casa, le conté al resto de la familia lo que me había pasado y Ger me dijo que cuando me encontrase mal o si volvía a sucederme algo, que la llamara al teléfono, que ella siempre lo lleva consigo y que vendría a socorrerme. Esperamos no tener que recurrir a ello.
Alejandro salvó mi día. Primero, tomando un chocolate en Artane y con una animada charla. Realmente necesitaba de alguien con quien simplemente hablar, aunque sirvió para desahogarme (una "sob story"). Luego, tras el lunch, quedamos para ir al Jardín Botánico (adiós historia triste)
Como hemos dicho, el día realmente invitaba a ello. Y, aprovechando mi día libre, allá que nos fuimos.
Este Jardín Botánico fue inaugurado en 1795. Se sitúa en Glasnevin, a unos 3 km del centro de la ciudad. Ocupa una extensión de 20 hectáreas, y según reza en su página oficial, hay más de 17000 especies de plantas (yo no vi tantas...)
Además del Jardín propiamente dicho, cuenta con varios invernaderos de hierro forjado, donde se encuentran orquídeas, plantas carnívoras (me hizo recordar a mi amigo Antonio), una interesante colección de plantas que "nos sirven a los humanos" (papiro, bambú, caña de azúcar, etc) y un sinfín de plantas exóticas.
Lo mejor de este parque es perderte y respirar un aire distinto. Había lugares donde el aroma era envolvente, cálido e incluso evocadores: un rincón especial que olía a casa de mi otra abuela, quien disfrutaba mucho de las plantas. Mientras esperaba a Álex, estuve allí un gran rato, disfrutando del olor y rememorando viejos tiempos... aunque ahora estaba contento, no había lugar para la melancolía y sí para un sonrisa permanente que me acompañó durante el resto de la visita.
Muñeco con una extraña escultura. Aún seguimos sin saber qué es.
Para que os hagáis una idea del soleado día y los hermosos paisajes.
Muñeco hizo amistades con este pequeño de piedra que bebe agua de una fuente que no funciona...
¿Es eso un cisne? ¿Nos persiguen los cisnes?
Muñeco frente a un pequeño pero hermoso salto de agua.
Coloridas flores.
Muñeco a los pies de Sócrates.
Muñeco y mi sombre ante OTRO salto de agua.
Extraño pájaro... ¿lo veis?
Más coloridas flores
Más saltos de agua
Muñeco descansa en una piedra con musco.
Verdes caminos y un sinfin de árboles nos acompañan
Muñeco ante uno de los invernaderos
Muñeco ante otro de los invernaderos
Se empeñó en meterse en esa ranura para hacerse la instantánea
Hermosas florecillas rojas
A continuación, una pequeña colección de fotos de plantas carnívoras y sus carteles, dedicados a nuestro amigo Antuán.
Detalle de una orquídea
Cactus
Muñeco frente a un árbol muy nacional. En plan reivindicativo...
Salto de agua en el interior de uno de los invernaderos
Aquí aún perduran las flores de pascua.
Durante la visita, recibimos dos llamadas de Zhao. A la una habíamos vuelto para acompañarlo a casa, pero lo encontramos con unos amigos y se despidió de nosotros con un "nos vemos esta tarde". Zhao se había despistado y no sabía volver. Se perdió. Yo no tenía batería y pude hablar un instante con él, recomendándole encarecidamente que llamase a Ger, nuestra host mother. Resultó que habían encontrado una bomba en una casa de nuestro aniversario y habían desviado los autobuses de su ruta original, lo que despistó a nuestro amigo.
Tras el Jardín Botánico y anexo al mismo, se encuentra uno de los cementerios de la ciudad, el cementerio de Glasnevin o también conocido como cementerio de Prospect. En este cementerio católico descansan algunos personajes históricos importantes, como Daniel O'Connell, cuyo monumento reproducimos a continuación.
La vuelta a casa fue aún con luz diurna. Zhao nos esperaba y se alegró de vernos. Como siempre, compartimos una buena charla y un rato con la familia Brooks.
Luego, antes de lo habitual porque Zhao sufría de jet lag, apagamos las luces y a dormir.
El día terminó mejor de lo que comenzó.
Un abrazo.
Muñeco y yo.
PD: No os preocupéis. Insistimos en que estamos bien y que lo de esta noche fue un accidente aislado.